Paseando por el campo una soleada tarde de otoño vi un hermoso castaño a lo lejos, deseosa de disfrutar de su majestuosidad me dirigí hacia él. Cuál fue mi sorpresa al llegar a su lado y comprobar que este grandioso árbol tenía el interior del tronco quemado. Me quedé mirándolo, viendo su grueso tronco, dañado aún por algunas zonas, y su inmensa copa repleta de verdes y grandes hojas, y también de frutos. Sí, a pesar de haber padecido un incendio este árbol había resurgido de sus cenizas y ahora se mostraba ante mí en su máximo esplendor.